Sabor de reencarnación
El espíritu de un pueblo y de generaciones de agricultores vive en este vino. Hay intimidad con la tierra.
EL PAÍS
SEMANAL
ESMERALDA García, vinicultora, honra el nombre de su pueblo en las escrituras de sus antiguos viñedos. El Santyuste del siglo XIX vive todavía en el verdejo plantado en pie franco entre las alturas de cantos rodados del Carrascal y las bajuras arenosas y heladas, junto al río Voltoya, de Vayuste y el Lavadero (Segovia). La tierra más pobre, aquella que sola atiende, desde la hondura, a las necesidades de las raíces centenarias, es la que regala los tesoros más hermosos. Santyuste 2017 es un vino intenso y concentrado, que combina el músculo y la energía de las viñas altas con las fibras de seda y aguja de pino de las más bajas. Hay salinidad y reflexión entre cantuesos y tomillo. Los pinos resineros pueblan la hondonada y la frescura del río se cuela por cualquier rendija. Presencia y espíritu. Comprensión y disfrute intuitivos. Dulce de membrillo en un trago largo y goloso. Gavillas agostadas y bollitos de hierbabuena y miel.
Ficha técnica
Esmeralda García, Santyuste 2017
– Vino de pueblo, 13,5%. Son viñedos en Santiuste de San Juan Bautista (Segovia) sobre suelos arenosos, plantados con uva verdejo entre 1810 y 1877. Cepas en pie franco, por supuesto, y en régimen de cultivo mínimo. Desfangado natural, fermentación espontánea en acero, reposo con sus lías finas en el mismo acero. El vino no se toca, no se estabiliza ni filtra. Se embotella sin sulfitar. Precio: 13,70 euros.
Sensaciones
– Se abren las puertas a un mar de sensaciones antiguas. Las parras centenarias avientan una nueva dimensión de las cosas.
A través del cristal
– Bandeja metálica de Catalina House. Copas de vino de tallo bajo de Schott Zwiesel.
PERIÓDICO LA RAZÓN
Vinos naturales:
Y lo otro también
la hora de hablar de vinos naturales en este viejo país donde todo siempre llega tarde hay que rendir tributo y homenaje a un auténtico pionero de la cosa llamado Joan Valencia. Distribuidor en principio de vinos, dueño del capital y afamado bar Brutal de Barcelona donde los naturales son la ley, tiene también faceta de bodeguero o «negosian» de vinos naturales con un sugerente, fresco, fácil ejercicio de ejemplares que siguen los postulados de la casa. Puro natural, donde el sulfito está demonizado, el proyecto de Valencia & García es una especie de joy venture de Esmeralda García, gran elaboradora de vinos en viñas centenarias en vaso en Santiuste de San Juan Bautista, y el propio Valencia. Joan escoge la uva en su momento óptimo para la vendimia manual y Esmeralda vinifica con su estilo propio y sin ninguna alteración de la secuencia propia de los vinos naturales. Vino sin artificio, redondito, gustoso que encierra esa música sorda dela fruta sin ninguna abeladura. ¡Por ti Joan!
Aunque nacida en Segovia, la familia de Esmeralda García es originaria de Santiuste de San Juan Bautista, un municipio de poco más de 500 habitantes integrado en la DO Rueda que, al igual que otros pueblos cercanos, se caracteriza por sus suelos arenosos que han permitido la pervivencia de verdejos prefiloxéricos.
Esmeralda ha colaborado con bodegas como Avelino Vegas (también en Santiuste) y asesora a Finca Caraballas, un proyecto de vinos ecológicos en Medina del Campo. Su corazón, sin embargo, está en las viejas viñas familiares de Santiuste donde cultiva algo menos de cinco hectáreas de viñedo prefiloxérico que ella data entre 140 y 210 años y que son la base de su gama de vinos naturales que vende bajo el paraguas de VT Castilla y León. “En un año bueno podemos llegar a tener rendimientos de 3.500 kilos por hectárea,” explica.
Los vinos estrenan imagen desde la cosecha 2017 con un diseño inspirado en los suelos de sus distintas parcelas. El vino central del proyecto es el sabroso y sápido Santyuste Vino de Pueblo (2.700 botellas, unos 14 € en España), que se elabora con un prensado directo y fermentación en acero inoxidable. Junto a él se comercializan cuatro parajes de producciones muy reducidas (entre 490 y 700 botellas y precios en el entorno de los 18 € en España) que se trabajan con prensa vertical y luego fermentan y se crían en ánforas de barro de 500 litros durante unos seis meses.
Uno de los más curiosos es Vallejo, que procede de las viñas que han sobrevivido en el pueblo y que están plantadas entre los propios edificios de Santiuste. De carácter más potente y con algunas notas oxidativas, El Carrascal es el paraje más elevado, en una zona de meseta de alta insolación y con abundante canto rodado. Fuentecilla, en cambio, procede de una zona de arenas finas en la bajada hacia el río donde fluyen fuentes, lo que da un perfil más abierto y goloso. Nuestro favorito es Vayuste, de una zona más baja situada entre el río y el pinar, con suelo de arenas de playa de fosilizaciones marinas. Es el perfil más salino y vertical sin renunciar a una cierta cremosidad.
Por último, Las Miñanas es un verdejo de una parcela bicentenaria que fermenta y se cría en barricas de castaño de 600 litros y tiene también un breve paso por ánfora. En el entorno de los 27 €, es el vino más caro de la bodega.
Esmeralda está trabajando también con versiones de vinos con flor de sus parajes de Carrascal (Mi Chico) y Vayuste (Mi Chica) con crianza de un año en botas jerezanas. También embotella 40 litros al año de su “solera familiar”, un vino generoso que permanece en una barrica de 225 litros que ocasionalmente desarrolla flor y que se rellena con vino del año.
Esmeralda ha colaborado con bodegas como Avelino Vegas (también en Santiuste) y asesora a Finca Caraballas, un proyecto de vinos ecológicos en Medina del Campo. Su corazón, sin embargo, está en las viejas viñas familiares de Santiuste donde cultiva algo menos de cinco hectáreas de viñedo prefiloxérico que ella data entre 140 y 210 años y que son la base de su gama de vinos naturales que vende bajo el paraguas de VT Castilla y León. “En un año bueno podemos llegar a tener rendimientos de 3.500 kilos por hectárea,” explica.
Los vinos estrenan imagen desde la cosecha 2017 con un diseño inspirado en los suelos de sus distintas parcelas. El vino central del proyecto es el sabroso y sápido Santyuste Vino de Pueblo (2.700 botellas, unos 14 € en España), que se elabora con un prensado directo y fermentación en acero inoxidable. Junto a él se comercializan cuatro parajes de producciones muy reducidas (entre 490 y 700 botellas y precios en el entorno de los 18 € en España) que se trabajan con prensa vertical y luego fermentan y se crían en ánforas de barro de 500 litros durante unos seis meses.
Uno de los más curiosos es Vallejo, que procede de las viñas que han sobrevivido en el pueblo y que están plantadas entre los propios edificios de Santiuste. De carácter más potente y con algunas notas oxidativas, El Carrascal es el paraje más elevado, en una zona de meseta de alta insolación y con abundante canto rodado. Fuentecilla, en cambio, procede de una zona de arenas finas en la bajada hacia el río donde fluyen fuentes, lo que da un perfil más abierto y goloso. Nuestro favorito es Vayuste, de una zona más baja situada entre el río y el pinar, con suelo de arenas de playa de fosilizaciones marinas. Es el perfil más salino y vertical sin renunciar a una cierta cremosidad.
Por último, Las Miñanas es un verdejo de una parcela bicentenaria que fermenta y se cría en barricas de castaño de 600 litros y tiene también un breve paso por ánfora. En el entorno de los 27 €, es el vino más caro de la bodega.
Esmeralda está trabajando también con versiones de vinos con flor de sus parajes de Carrascal (Mi Chico) y Vayuste (Mi Chica) con crianza de un año en botas jerezanas. También embotella 40 litros al año de su “solera familiar”, un vino generoso que permanece en una barrica de 225 litros que ocasionalmente desarrolla flor y que se rellena con vino del año.
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