16 de septiembre de 2025

Santiuste literario y concurso microrelatos 2025

Escritores y escritoras de esta comunidad castellanoleonesa y de la cercana Madrid, convivieron durante la jornada del 24 de Agosto, en un encuentro con lectores de Santiuste de San Juan Bautista y de pueblos de la zona, un encuentro literario donde las palabras y las letras interactuaron como nexo de contacto acercando impresiones de una obra desde el punto de vista de su autor y del que la lee. Una experiencia con nombre propio, ‘Santiuste Literario’.

                               24 de agosto  2025
























                                                                   
                          Enlace  . El Adelantado de Segovia reportaje de Amador Marugan
                         Reportaje de Amador Marugán de Nava de la Asunción
                                 





.Una fiesta cultural con referencia literaria que se cerró con la entrega de premios a los finalistas del primer Concurso de Microrrelatos promovido y organizado por Virginia Sarabía, miembro de la asociación Virgen del Carmen, resultando ganadoras del primer premio ‘María Hechareni’ por su relato ‘Cardo borriquero’, un grupo de cuatro amigas que recientemente publicaron un libro bajo el título ‘Ris con chas’, que recoge un diccionario sobre las palabras que conforman el léxico del pueblo. El segundo premio fue para el microrrelato ‘Diablo cojuelo’ del autor madrileño Borja Sanz, el tercero fue para para María Cristina Peláez, sin título, que relata una historia sobre el Alzheimer y el cuarto, también sin título, correspondió a Marcos Carrera por su relato sobre las casas de los médicos. Los premios consistieron en un lote de libros, al igual que en el sorteo celebrado entre los asistentes a las conferencias.

 Amador Marugán

                  Concursantes Microrelatos

 AUTOR: CARDO BORRIQUERO

RELATO:
Nunca supe por qué los cardos borriqueros se llamaban así. Es una planta bonita con una 
flor violeta. No creo que se la fueran comiendo los borricos.
¡Las veces que me han dicho que era un cardo borriquero porque no saludaba al 
cruzarme con alguien!
Pero esa tarde quien no saludó fue la Josefina… iba alterada y con la falda algo descosida. 
Se intuía que no había pasado la tarde zurciendo calcetines.
La Josefina es una vecina del pueblo que sacó adelante a sus hijos sola, cosiendo para 
fuera y diciendo que su marido volvería, pero pasaban los años y no aparecía. No le echa 
de menos. Si surge algún ligue apetecible no se niega y encima le saca unas perras con 
las que alimentar a sus hijos...no es pecado, piensa. 
Ese día noté que algo había pasado. Pasó de largo sin saludar y no me dio buena espina. 
Se lo dije a mi madre…No seas cotilla, contestó, de lo suyo gasta. Pero, quería saber… así 
que me acerqué a su casa. 
Estaba azorada curándose diversas heridas y murmurando: Este Honorio, este Honorio. 
Yo tenía a Honorio por un buen hombre, pero nunca se sabe. Entré dispuesta a 
demostrarle mi apoyo. 
Ella me miraba con cara sorprendida sin entender nada de lo que yo decía, hasta que me 
explicó: al cruzarse con Honorio en el camino surgió el arrebato y, para resguardarse de 
miradas ajenas, se escondieron en la cuneta.
Los cardos borriqueros hicieron el resto


AUTOR: FUENTEDURA
RELATO:
Le despertó la algarabía de gorriones en el nogal. 
Abrió la ventana y la habitación se inundó de olor a tierra húmeda y flores del jardín. 
Sin duda estaba en el lugar perfecto para olvidar los problemas, enterrar el pasado y vivir el 
presente hasta el punto de, algunos días, apenas recordar su propio nombre.
Al otro lado de la verja un niño saludaba sonriente hacia su ventana y gritaba llamando a su 
abuelo pero allí no había nadie más. 
¡Qué pena le dio ese niño! ¡No reconocer ni a su propio abuelo!
Ese tal alzheimer debe ser devastador.



AUTOR: DIABLO COJUELO
RELATO:
Una mañana cualquiera, Benito se despierta sobresaltado. A sus cincuenta
años siente que le falta algo. En el trabajo está bien considerado, pero
no encuentra pareja, pese a sus esfuerzos. Según su madre su barriga no
tiene nada que ver porque es síntoma de salud y opulencia.
Sale de su letargo y despierta a un mundo audaz e independiente al
escuchar a su creador de contenido favorito, con su voz viril de locutor
certero. Tan necesario como una buena ducha o un café estimulante para
la circulación de sus ideas, aunque sean las del locutor. Mera
coincidencia porque dice lo que él ya pensaba.
Tras la ingesta de contenido matutino, Benito se encamina a levantar el
país. Como es muy moderno, en el autobús lee varios diarios selectos en
su aparato móvil. En los grupos las sospechas se confirman: sus amigos
opinan lo mismo sobre los asuntos candentes de la actualidad.
En la cena con su madre y su hermana, el cuñado es el único que no va
por el buen camino y se atreve a discutir. ¡Cuánta osadía! Indignado,
Benito se aventura a crear contenido en su red social preferida, cuyo
nombre pronuncia con cierta dificultad, narrando la desfachatez del
cuñado. La publicación tiene multitud de respuestas e iconos amigables
que ratifican su veracidad.
Benito se acuesta meditabundo y sueña con su propio programa matutino.
Al despertar se siente seguro de sí mismo. Está claro que su hora ha
llegado: comienza una nueva etapa. Se convertirá en un "influyenter".






AUTOR: MONCHOLO
RELATO:
Y si te dijera que los pueblos tienen un corazón invisible, un latido que marca el compás
de la vida de pequeños y mayores, de quienes siempre han estado y de quienes solo
pasan de manera fugaz?
A la salida de Santiuste, casi en el cruce hacia Coca y Nava, se alzaba esa casa con un
porche que siempre parecía abrazar con su luz encendida y una puerta que rara vez
conocía el cerrojo. Era más que una casa: era un refugio.
Allí vivieron varias personas, pero para nosotros siempre tuvieron el mismo alma, aunque
cambiaran los nombres: Doña Estella, Don Santiago, Don Jesús, Doña Mariví… Todos
con esa mezcla perfecta de firmeza y ternura que hacía que, al cruzar el umbral, uno
sintiera que estaba en buenas manos. Y casi todos, alguna vez, tuvimos que acudir allí…
una, dos, o quizá muchas más.
¿Recuerdas la última vez que entraste? ¿Quién estaba?
En aquella casa no solo se curaban cuerpos; también se calmaban miedos y temores.
Eran médicos, sí, pero también psicólogos, mediadores, consejeros… y en un momento
de pánico o nervios, su sola presencia obraba milagros.
Hoy, en una sociedad más digital y, sin quererlo, más fría, tener un lugar donde sentirse
cuidado es un lujo que no se compra: es un regalo que se hereda.
Porque quien tiene un médico, no solo tiene un tesoro… tiene la certeza de que, pase lo
que pase, hay un rincón donde siempre será bienvenido y sanado.







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